El pequeño pueblo neozelandés de Omaui, en la costa sur del país, planea erradicar poco a poco todos los gatos de sus calles con el fin de proteger los animales autóctonos.  

Para llevar a cabo el plan proponen realizar un censo de todos los felinos, dotarlos de microchips y castrarlos. Además, cuando uno de los animales muera, su dueño no podrá reemplazarlo por otro. El motivo, alegan, es que los gatos amenazan la supervivencia de muchas especies nativas como pájaros, lagartijas e insectos.  

La propuesta de la autoridad regional competente, Southland Environment, ha causado una fuerte polémica. "No odiamos a los gatos pero queremos que en nuestro entorno haya una fauna diversa", dijo al periódico local "Otago Daily Times" John Collins, presidente de Omaui Landcare Trust, una ONG neozelandesa que vela por la sostenibilidad del agua y la calidad de la tierra.  

Collins alegó que los felinos suponen un enorme peligro especialmente para los pájaros.  

Los gatos, que llegaron a Nueva Zelanda con la imigración europea, hace tiempo que son un asunto controvertido en el estado insular. En algunas zonas protegidas hay vallas que impiden que se cuelen. También en Wellington, la capital, han surgido protestas por los daños que causan los supuestos pacíficos animales domésticos.  

Entretanto, ha surgido una iniciativa ciudadana que pretende impedir la prohibición.